viernes, 24 de abril de 2009

Conocio el amor mas pleno cuando se creía desubicado en un Laberinto Perfecto, porque no se puede estar de otra maenera cuando, como para los que lo ven y los que no, la existencia tiene ese escenario.Creo que cuando un Laberinto Prefecto se siente como tal, es porque se entiende imposible salir de ahi...salvo que...

Acostumbrado ya a evitar significar, con la vocación del sentir, los reces circunstanciales, abrigó desde la sangre el repudio explícito al uso banal de los ojos. Y si un acercamiento tan profundo se prdujo entre los pasillos iluminados por un cuerpo del Laberinto Perfecto, fue porque ella en un principio no habló, y cuando tuvo que hablar no trivializó, y cuando uno al lado del otro se tumbaron para viajar por los sueños, no esperó a que él saque lustre al galanteo. Puro cuerpo, pura dulzura, pura cercanía invento la brillante en lo oscuro, tachando un destino que los prometía distantes.


Y él , con su hombría y su calor, abrigó el brillo. En el encanto, las paredes del laberinto dejaron de ser visibles...o pasaron a un plano alterno.


Primero fue un abrigo sutil y sensible para una luz potente en la floresta y parpadeante en la intimidad. Disfrutó de olores nuevos, sabores exquisitos de un suelo paradisíaco. Brindó, con la finura que el placer paciente crea, sus gracias y poemas de piel. Investigó i se dejó investigar, acarició todo el cuerpo de ella con sus manos y su boca, y la boca y las manos de ella con todo su cuerpo. Inventó una lengua sin palabras, alzó hacia la luna el brillo inédito que sus ojos aprendieron a ver...y la luna, opacada, pidió al sol que iluminara el día. Por fuera de lo íntimo, intimidad. Creando un palacio de pétalos donde antes...para qué decirlo, sólo había grises.

Un día, muy preconcebido pero deseado sólo en lo profundo para poder ver atrás y programar otro recorrido,llegó la primera despedida.

La escasez de una lágrima supo delinear su rostro cuando ya la brillante no se distinguía en el horizonte. Volvían al laberinto, y ahí nadie ahoga un llanto, hasta las lágrimas saben que la peor actitud es detener la marcha. Y no fueron lágrimas por una despedida dolorosa, los ojos pedían un llanto tenue para humedecer las pupilas que los destellos enamorados por poco no queman.

Volver a andar por un laberinto que después de acreditar que el espejismo se llamaba en realidad rumbo, hace doler los pies como un beso hace cosquillas en la panza.

Apenas transcurrido el tiempo necesario para devolverle al destino sus distancias prefijadas, él lanzó hacia el cielo la propuesta del reencuentro. Debajo de una nube, que nunca en su hermosura va a desatar una tormenta, sus palabras se trenzaron con las brillantes para recitar al unísono una tonada de reunión.

La perspectiva inmensa que se abrío ante las ideas de él habló para sus latidos sobre que un reencuentro sería lo que la paz para el gato;una insignia constitutiva.

Claro que, como es de imaginar, si es contradictorio encontrar una salida en el Laberinto Perfecto, es al menos dificultoso y poco probable un encuentro programado. Comenzaron así a delinear las ideas rebeldes para, si no se encuentra el camino, aprender a romper muros.

Estoy seguro de que él, y confío en que la brillante también, sumergido en el laberinto, entiende la alienación:en el Laberinto Perfecto se camina perdido, la aventura puede ser más o menos rica, pero la consigna es no poder proyectar rumbos y elegir sobre ellos, lo que se llama perdición. No hay libertad alguna, los senderos están prefijados, los rumbos son siempre desconocidos y lo que existe es la ilusión de estar escogiendo. Y el engaño consiste en hacer creer que esa perdición se llama destino, que destino y laberinto se escriben, si no igual, al menos con las mismas letras. Pero él asume que su camino sobre todo está marcado por el ímpetu voraz de crear otras opciones y, de ser feliz, elegirlas y rumbearas también.

Con los golpes de su cabeza destruyo algunos muros, guiado por la voz encantadora que tiene un cuerpo de brillo. Y allá también se escuchaban golpes, aunque el sonido era áspero. Ella con la boca, y más que nada con los dientes, estaba también rompiendo ladrillos.

Y el encuentro, demorado sólo en lo inexpugnable fue, como acto fugaz, encantador.

¿Imaginan a un enamorado buscando en un punto del inmenso cemento la aparición de la razón del galope de su corazón y ella apareciendo desde lo invisible, chancleteando una corrida alegre? Así, casi, es como fue. Doloridos en las herramientas, ella acarició la cabeza que le quedaba alta, él besó los dientes.

Un cariño colosal que toma el cuerpo de un abrazo. Besos de reconocimiento y otra evz a hacer camino juntos.

Recorriendo quién sabe qué rincones...cuando los ojos apasionados se encuentran, no vale preguntar qué paisajes fueron marco. Preguntas sin respuesta son el ingenioso alimento de un adolescente que parodia la inteligencia.

Si en el primer encuentro, aquél que para el incrédulo sobre el magnetismo amador fue frotuito, la mano de él guiaba el cuerpo brillante de la mente brillante de la mujer brillante, porque eran los pasillos que sus pasos suelen transitar los que recorrían y él el conocedor, en este nuevo episodio ella ocuparía ese lugar.

Y para él fue de ensueño; cada vez que distraía sus ojos del enanto de la compañía, se encontraba amasijado por los colores hermosos de un pasillo m´s estrecho que por los que solía peregrinar. Entonces su mirada voraz volvía a abrigar su hambre en la tibieza que desprende una luz dulce.

Ya habiéndose investigado en ese primer abrazo y reconocido en los primeros instantes del segundo que ahora se relata, esta ocasión estuvo signada por metáforas de vida y una humedad horizontal que para el acostumbrado al laberinto se asemeja a una patología. Besos, caricias, palabras y humedades compartidas desde adentro, poesía de la existencia, o pasión.

Se vislumbraron, con timidez, algunas ideas sobre cómo aplastar al Laberinto Perfecto con desciciones rumbeadas con el aura de la libertad hecha práctica. Y él, muy vivo de palabras pero algo sordo para los ruidos, dijo que veía al futuro temblando porque su hacer era potencia. El presente, mientras tanto, que es el único tiempo que el prancticante de la libertad reconoce válido sin olvidar lo pasado y sin dejar de pretender caminar un futuro que a cada paso se haga contemporáneo, temblaba del sopor al entender que el Laberinto Perfecto no sabía delimitarlo.

Luna y Venus para mostrar que en el cielo los pasillos no existen.

También existieron algunas ideas sobre que cada uno sabe caminar mejor entre los muros conocidos, que, para qué aclararlo, en el Laberinto Perfecto son, por naturaleza, distintos. Pero la brillante más que él hizo manifiesta, enarbolada sobre otras muchas razones puras, la idea libertaria de no dejar muro sin romper. Y más abajo, colgado de una rama, el anhelo tibio de aprender de los pasillos de él y quebrar pardes en conjunto.
Como no podía ser distinto, la despedida fue acelerada, porque el tiempo no esperó a los apasionados que antes de despedirse se embebieron una vez más con sus cariños.Esta vez no hubo lágrima delineando el rostro de él, la humedad de los ojos decía más sobre la angustia de la despedida que sobre placeres.
Y otra vez lanzados a la distancia de los pasillos. Ahora con nuevos sabores y puede que nuevos placeres compartidos también, porque el segundo encuentro no tuvo la sorpresa violenta de sonrisas del primero, pero sí superó la intimidad de aquél, y también se plagó de sonrisas.
En la lejanía de alimentó en él una mirada de sensato rechazo a tapas superficiales para el hoyo grande de la ausencia.
La profundidad de los sentimientos cultivados mereció el homenaje y juntos inventron decir amor.
Y aunque los sentimietos fueron ganando en solidez, el reencuentro se comenzó a delinear, si bien con celeridad semejante a la del reencuentro precedente, para un momento algo más distante.No demasiado, porque no podría haber sido soportado.
Cuando el amor fue el estandarte asumido, cuando fue todo dedicación por un reencuentro a costa de los cabezazos que tal empresa precisase, y ocn los dolores de cabeza que esto en lo presumible y concreto produce, también esa reunión de cuerpos, mentes y humanidad se hizo más compleja que lo que nunca antes había sido.
Tras alguna incertidumbre, algunas crisis y varias manifestaciones voluntariosas, el abrazo nuevo se teñía de simbolismos de calendario, lo cual no pasó inadvertido nunca e hizo visible una importancia grande que ya se conocía en lo profundo.






(...) fragmento






EL LABERINTO PERFECTO.


Jimena MEOLANS.

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